lunes, 5 de marzo de 2018

Técnicas de estudio, por Sandra Cid

Te llamaré Tokio

“Mientras bajaba, me acordé de la pareja del Skyline y de la música de Duran Duran. Ellos no lo sabían. No sabían que yo estaba descendiendo hacia el fondo de las tinieblas con una gran herida en el abdomen y con una linterna y un cuchillo grande en el bolsillo. Ellos sólo pensaban en la cifra que marcaba el velocímetro, en sus expectativas de sexo, en los recuerdos y en las insípidas canciones pop que subían y bajaban en el ranking musical. Claro que yo no podía criticarlos. Lo único que pensaba era que ellos no lo sabían. Sólo eso.”

Hace tanto tiempo como puedo recordar que ando intrínsecamente enamorado de todo aquello que incluye la palabra Tokio. No es algo racional, lo sé, pero como las endorfinas que el chocolate libera en nuestra mente, la simple mención de Tokio me transporta siempre a lugares imaginarios, a paraísos artificiales que habría podido habitar acaso en algún lugar de mis recuerdos futuros. Así, “Tokio ya no nos quiere” de Loriga o “Trenes hacia Tokio”, de A. Olmos, me rescataron una vez de mi pequeño mundo, el que ahora agoniza entre notificaciones de entidades bancarias que duermen amenazantes en mi buzón y despertadores que siempre marcan la misma hora, secuestrándome a punta de palabra, y yo aceptando con complacencia cuantos síndromes de Estocolmo me inocularon desde sus páginas. Hace unos meses fue “Tokio blues. Norwegian Wood”, título beatleriano, el que de la mano de Haruki Murakami me arrastró a unos años en los que estuve poseído por el espíritu de Holden Caufield, regalándome momentos de ensoñación que aún intento distinguir si acaecieron a éste o a aquel lado de la delgada línea que separa lo que fui de lo que pensé ser.

Últimamente ando atrapado en El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, del mismo autor. Atrapado, enredado en un ejercicio de imaginación poco común en la literatura de nuestros días, y abandonado a un universo donde se mezclan paisajes urbanos, bestias mitológicas, engendros de la tecnología y miedos tan antiguos como el alma de los hombres, en un laberíntico viaje de ida y vuelta entre pasado y futuro, perfectamente ensamblado en dos historias que serpentean llenando mi cuarto con sus silbidos de terciopelo, afilados como cuchillas de afeitar, mientras Kafka me observa detrás de la rendija que la puerta de mi armario no ha llegado a sellar .

Pues eso, que si estáis un poco cansados de leer etiquetas de champú en el baño o fisgonear lo que hacen vuestros amigos en el Facebook, os recomiendo “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”. A mí se me ocurren pocas maneras más gratas de esperar a que amanezca.

Nota: Me parece objeto de mención apuntar que no tengo entre mis predilecciones la lectura de novelas escritas en otros idiomas (ya sabéis, por lo del lost in translation. Llamadme snob si queréis), aunque el trabajo de traducción de Lourdes Porta Fuentes es, en este caso, sencillamente sublime.

Las Sinsombrero

Con motivo del día de la mujer, el próximo 8 de marzo, hago desde aquí mi homenaje particular a Las Sinsombrero, un grupo de mujeres cercanas a la generación del 27, que han sido injustamente tratadas por la historia de la literatura en español. El nombre, acuñado por el gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja MalloMargarita MansoSalvador Dalí y Federico García Lorca en la Puerta del Sol, incluye a un grupo de pensadoras, intelectuales, artistas y escritoras cuyo trabajo estuvo, a menudo, a la altura de sus contemporáneos masculinos, con los que compartieron la querencia por las vanguardias de principios de siglo. Así, la Residencia de Estudiantes de Madrid, hervidero intelectual del primer cuarto del siglo XX, fue testigo de la vida y obra de estas creadoras, entre las que se cuentan Maruja Mallo (Vivero 1902-Madrid 1995), pintora; Rosario de Velasco (Madrid 1904-Barcelona 1991), pintora; Marga Gil Roësset (Madrid 1908-Las Rozas 1932), escultora, ilustradora y poeta; María Zambrano (Vélez-Málaga 1904-Madrid 1991), filósofa; María Teresa León(Logroño 1903-Madrid 1988), escritora; Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907-Madrid 2002), poeta; Rosa Chacel(Valladolid 1898-Madrid 1994), escritora; Ernestina de Champourcín (Vitoria 1905-Madrid 1999), poeta; Concha Méndez (Madrid 1898-México 1986), escritora; Margarita Manso (Valladolid 1908-Madrid 1960), pintora; o Ángeles Santos (Portbou 1911-Madrid 2013), pintora y artista gráfica.
En el vídeo que ilustra esta entrada podéis disfrutar de un magnífico documental sobre Las Sinsombrero, emitido por RTVE en octubre de 2015:

Presentación

Imagen de: https://www.zendalibros.com/agosto-de-libros/


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